lunes, 27 de julio de 2009

03/02 – Volver a casa



El viaje Potosí - Villazón fue realmente ácido, no apto para cardíacos y/o claustrofóbicos. Viajamos alrededor de doce horas por camino de tierra, en un colectivo todo cerrado, sin aire y todos apretados.

Llegamos a Villazón a las 7 am justo con el amanecer, respiramos un poco de aire y nos fuimos a caminar un rato por ahí y comprar algunas cosas que estaban muy baratas y buenas. Luego, un desayuno fugaz y a la frontera a volver a casa.

La fila fue lenta pero finalmente pasamos y ya estábamos de nuevo bajo cielo argentino. Felicidad total. La Quiaca es la ciudad fronteriza más chata y fea que conozco.

Ni bien llegamos a la terminal caminando, salía un bondi a Humahuaca así que en 5 minutos ya estábamos arriba. Si este viaje se caracterizó por algo, ese algo fue la velocidad y la improvisación, además de lo increíble de los lugares.

Tipo 4 de la tarde llegamos al corazón de la Quebrada, el pueblito de Humahuaca, que le da nombre a la misma quebrada en que está enclavada.
Humahuaca está tranquila y linda como siempre. El ambiente es de una paz tremenda. Está llena de jóvenes con su mochila, ideas e historias increíbles. Acá estamos, en este oasis de Argentina.

Dimos varias vueltas para conseguir un techo y nos metimos en uno justo con la caída de la noche: una piecita en una casa de familia a $15, a 20 metros de la plaza.

A la noche salimos a ver el ambiente del pueblo y a tomar unas cervezas. Como estábamos muy cansados por el viaje, nos acostamos tipo 11 sin ni siquiera comer nada. Pero no importa, se siente fantástico estar otra vez en casa.

domingo, 19 de julio de 2009

02/02 – Otra vez lo impresionante


Me desperté a las 7 y media solo y me empecé a preparar. Desayuné con los franceses y dos porteñas y a las 9 menos diez partí solo para la excursión. Sabía que me esperaba algo impactante, los hechos lo iban a confirmar con creces en la realidad. Los muchachos se quedaron durmiendo un poco más.


Fuimos para las famosas minas de Potosí en el Cerro Rico con dos chilenas, una porteña y una inglesa. El guía, un gordito boliviano muy groso. Todo fue muy impresionante.


Subimos a la entrada a las minas a 4300 metros y empezamos a entrar a esas oscuridades con la ropa, luz y casco correspondiente.


La dureza del lugar es lo impresionante. Apenas entrás se te revuelve el estómago al pensar que hay gente que trabaja ahí, sin comida y agua, sin aire y luz del sol durante 10 horas por día o más, todos los días, por un salario que no llega a lo digno y por extraer unos minerales que les pertenecen pero que ahí nomás se van para afuera.


Yo pensaba que éramos seres humanos, pero últimamente, y más después de lo que se ve al viajar y conocer lugares como estos, percibo a la humanidad de unos y otros desdibujada hasta su inexistencia, por la ignorancia impuesta y acumulada o por el signo “peso”.


Después de caminar bastante por las cuevas encontramos a tres mineros. Hablamos con ellos y les dimos hojas de coca y gaseosa. Eran muy jóvenes y pendejos para trabajar ahí, tan expuestos, resignados a hacerse bosta por unos pocos bolivianos al mes.


La experiencia de la mina fue impresionante y después de salir seguía incrédulo. Cuanta explotación inhumana e injusticias impunes.


Al volver me encontré con los chicos y comimos en el hostel (aunque ya no era horario para usarlo). Después, a hacer tiempo en la plaza y recorrer un poco más esta gran ciudad, hasta las 19:30 que buscamos los bolsos, caminamos a la terminal y partimos directo a Villazón por el tedioso camino de tierra.


Pero nada importa, seguimos viajando y ya estamos de vuelta en nuestra patria grande.

martes, 14 de julio de 2009

01/02 – Febrero potosino


Pasamos al segundo mes del año, día 13 de viaje, para variar arriba de un colectivo. Ahora yendo a conocer Potosí; según dicen, la ciudad más alta del mundo (4.200 metros) , la ciudad desde donde se puso todo el oro de un lado de la balanza de la desigualdad del mundo, para que nunca más se volviese a equilibrar. Me explayaré más sobre eso después de haber ido a conocer las minas.

Llegamos a esta ciudad histórica a las 6 am. Caminamos bastante en subida con las mochilas (no olvidemos los 4200 metros de altura), para el centro buscando un alojamiento. Después de esperar un poco y dar unas vueltas, terminamos en el hostal La Casona por 35 bolivianos. Lugar muy bueno lleno de extranjeros muy piolas.
Salimos a conocer y comer al mediodía: la gente boliviana acá es un poco más simpática y amable con nosotros. Pero eso nomás, un poco.

A la tarde en el hostel charlando y tomando mate con la gente de ahí, sobre todo unos franceses y francesas muy graciosos.

Tipo 5 caminamos de nuevo a la terminal a sacar pasaje para Villazón a las 20 hs. del día siguiente. Ya estamos a un paso de volver a Argentina, nuestra patria grande. Se siente bien, pero estamos en Potosí y queda mucho por conocer de esta gran ciudad histórica.

La lluvia nos obligó a tomar un taxi para volver al hostel y nos quedamos ahí boludeando. Después yo fui a sacar entrada para la excursión a las minas de oro a las 9 del día siguiente. Voy a ir solo pero ni en pedo quería dejar de conocer eso que fue tan decisivo e importante para la historia del mundo como la propia conquista.

A la noche, partido de Boquita, para variar les ganamos de nuevo a las gallinas. Después, comida rápida y ahí nomás a dormir. Estábamos muertos pero, como siempre, disfrutando cada momento de esto que se impone como el mejor viaje de nuestra corta y... puta vida.

lunes, 6 de julio de 2009

31/01 – La Paz, otra vez sin paz

Una vez más, nos levantamos con un sueñaso y nos fuimos a tomar el colectivito para La Paz a las 8 de la mañana. Queríamos quedarnos un día más en Copacabana pero nos enteramos de la joda que había después de sacar los pasajes. El camino alrededor del gran Titicaca fue espectacular y hasta cruzamos una parte en ferry.


Llegamos muy cansados y el quilombo y lo impresionante de La Paz ya no nos sorprendió tanto. Con la altura ya no nos pasa absolutamente nada. Un leve ahogo nomás, pero no pasó nunca a mayores.


Como estaba muy despejado, al ir bajando desde El Alto y ver la terrible vista de la ciudad, pudimos ver al fondo, arriba, todo el nevado Illimani, de más de 6000 metros. Muy imponente.


Fuimos en taxi hasta la terminal central por 13 bolivianos, con otras dos porteñas que habíamos conocido en el colectivo, y sacamos pasaje a Potosí para esa misma tarde a las 8:30. Va a estar muy bueno conocer esta ciudad, de una tremenda historia que afectó a toda la historia misma de América y el mundo.


Esas chicas porteñas, que ni me acuerdo cómo se llamaban, se fueron creo que para Santa Cruz de la Sierra. Esa gente compañera de viaje que está en la misma que vos y te cruzás con ellos en determinado trecho del viaje y de tu vida, y muy probablemente nunca en tu vida los vuelvas a ver. Vale recordarlos, y eso estoy tratando de hacer ahora.


Comimos en un barcito muy bueno y barato cerca de la terminal y a la tarde nos echamos en la plaza central a hacer tiempo. Después, una última recorrida a esta ciudad que no dejó de sorprenderme.


Por último, compras de algunas boludeces y a Potosí. Salimos y abandonamos la ciudad de noche, viéndola totalmente iluminada e infinita desde El Alto.


Allá vamos, ya en plena vuelta pero sin saciar nunca las ganas de conocer más de nuestra mayúscula América.