El viaje Potosí - Villazón fue realmente ácido, no apto para cardíacos y/o claustrofóbicos. Viajamos alrededor de doce horas por camino de tierra, en un colectivo todo cerrado, sin aire y todos apretados.
Llegamos a Villazón a las 7 am justo con el amanecer, respiramos un poco de aire y nos fuimos a caminar un rato por ahí y comprar algunas cosas que estaban muy baratas y buenas. Luego, un desayuno fugaz y a la frontera a volver a casa.
La fila fue lenta pero finalmente pasamos y ya estábamos de nuevo bajo cielo argentino. Felicidad total. La Quia ca es la ciudad fronteriza más chata y fea que conozco.
Ni bien llegamos a la terminal caminando, salía un bondi a Humahuaca así que en 5 minutos ya estábamos arriba. Si este viaje se caracterizó por algo, ese algo fue la velocidad y la improvisación, además de lo increíble de los lugares.
Tipo 4 de la tarde llegamos al corazón de la Quebrada , el pueblito de Humahuaca, que le da nombre a la misma quebrada en que está enclavada.
Humahuaca está tranquila y linda como siempre. El ambiente es de una paz tremenda. Está llena de jóvenes con su mochila, ideas e historias increíbles. Acá estamos, en este oasis de Argentina.
Dimos varias vueltas para conseguir un techo y nos metimos en uno justo con la caída de la noche: una piecita en una casa de familia a $15, a 20 metros de la plaza.
A la noche salimos a ver el ambiente del pueblo y a tomar unas cervezas. Como estábamos muy cansados por el viaje, nos acostamos tipo 11 sin ni siquiera comer nada. Pero no importa, se siente fantástico estar otra vez en casa.