Al levantarnos temprano, nos sorprendimos para bien con una vista espectacular de Cusco (todavía no la habíamos visto de día) mientras desayunábamos en el tercer piso del hostel. Ahí nomás a recorrer la ciudad y conocer más de cerca al ombligo de América, con mucha emoción también.
Cusco es impresionante, y saber la enorme historia que guarda causa orgullo y admiración. La Plaza de Armas es el lugar más céntrico y donde se ve una diversidad de gente de todo el mundo.
Almorzamos después de pasear y fuimos a buscar los bolsos para irnos a Ollantaytambo en un minibus, a esperar ahí el tren para Machu Picchu, que pasaba a las 5:30 del otro día. Así fue y a las 7 de la tarde ya estábamos en Ollanta después de otro camino de paisajes y lugares alucinantes, ante los cuales uno solo debe hacer silencio.
En un hostel por 15 soles dormimos lo que pudimos, previa juntada a cenar, charlar y guitarreada en una de las habitaciones, los seis juntos.
Solo queda un poco, un paso para que nuestros ojos vean, incrédulos y superados, las ruinas de Machu Picchu.
A las 5:30 de la mañana tomamos el tren a Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo).
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