martes, 9 de junio de 2009

26/01 – Destino final: Machu Picchu


Subimos al tren a las 5.30 de la mañana, arrancó y la espesa selva peruana ya no nos sorprendió. Espectacular. En el viaje, que duró una hora y media, fuimos charlando entre nosotros y con gente de otros países que iban también, obviamente, a Machu Picchu.


Al llegar a Aguas Calientes, viendo que llovía como es habitual, decidimos subir al día siguiente a la ciudadela, menos Miguelito (el compañero porteño) que subió ese día ni bien llegamos. Igual sacamos las entradas a las ruinas y nos hospedamos con las dos chicas en un buen hostel lleno de viajeros, por 15 soles.


La humedad acá es altísima, estamos en el medio de la selva y eso se siente mucho, como cuando esa misma tarde subimos al Putucusi, un cerro al costado del Wayna Picchu desde donde se ve parte de Machu Picchu (desde un costado). Las chicas nos avisaron de eso pero se nos hacía de noche (a las 6 pm ya no hay más luz) así que subimos apuradasos y terminamos fusilados; eso que al día siguiente teníamos que subir a las 4 de la mañana a las mismísimas ruinas.


Ver al Machu Picchu por lo menos desde un costado y lejos pero no por una foto, ya nos resultó estremecedor y nos mirábamos riéndonos sin poder decirnos nada, más allá de no poder respirar y estar todos mojados y transpirados por la subida.


Eso era un adelanto de lo que iban a sufrir las piernas en estos días, pero también un anticipo de lo espectacular e inexplicable que es esta maravilla del mundo y toda esta parte del Perú. Pareciera como si una mano extraña y la de los incas hubiesen preparado todo esto, con cada detalle, para que el mundo lo disfrute ilimitadamente en la posteridad.


Bajamos de nuevo al pueblo y a la noche comimos con las chicas y nos fuimos a dormir. Mañana tenemos un sueño que cumplir.

1 comentario:

  1. Está llegando, a mi criterio, el momento más increible del viaje.
    Pensar que yo a cande, mi cumpa de cumpa, la conocí en Macchu Picchu.
    Solamente se logra dimensionar la inmensidad de esta Ciuidadela perdida cuando la descubrís.
    Cuando te cansa mucho llegar
    Cuando crees que lo que estás viendo es mentira
    Cuando te das cuenta que querés ir y que eso implica grandes sacrificios físicos
    Cuando caminás /valga la redundancia/ el Camino del Inca durante muchos días y en el mismo, pensás, que lo que estás haciendo es estúpido
    Cuando llegás a la puerta del Sol y te quedás callada.

    Claro, en verdad uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida.

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